lunes, 23 de enero de 2017

Desarrollo psicomotor: B. Aucouturier

¡Hola a todos!

Hoy vengo con un post sobre psicomotricidad, ya que los que escribí os encantaron. Rescatando los apuntes de la universidad voy a hablaros de la práctica psicomotriz educativa de Bernard Aucouturier.  



Para los que no lo sepáis, Bernard Aucouturier es el creador de la Práctica Psicomotriz y Presidente fundador de la Asociación Europea de Escuelas de Formación en Práctica Psicomotriz (Aseefopp). Lleva más de 30 años trabajando con niños en el Centro de Educación Física Especializada de Tours (Francia). Proviene del campo de la Educación Física, desde donde detectó las limitaciones de la concepción dualista de la mente y el cuerpo del ser humano, que durante mucho tiempo ha estado presente en la escuela a la hora de plantear la Educación Física de los niños con dificultades. Aucouturier defiende la dimensión afectiva del psiquismo, directamente ligada al cuerpo, a la sensorialidad, al tono y al movimiento. Su trabajo está orientado a estudiar las raíces biológicas del psiquismo, es decir, el fundamento de los procesos que van de la acción al pensamiento. Basándose en esta idea, crea una práctica que favorece ese itinerario madurativo del niño. La Práctica Psicomotriz Educativa cuenta con escuelas de formación en  España, Alemania, Bélgica, Italia, Portugal, Argentina, Brasil, México y Uruguay. 



Aucouturier en el libro La práctica psicomotriz: reeducación y terapia (Aucouturier, Darrault y Empinet, 1985) resume la trayectoria de la pedagogía del movimiento en Francia en cuatro etapas.
  1. La primera, la etapa educativa, es la investigación propuesta por J. le Boulch y por P. Vayer. Estos dos autores consideran que toda práctica corporal tiene que partir de la estructuración del esquema corporal, que es el elemento fundamental en la organización racional del entorno espacial y temporal del niño. La pedagogía vinculada a esta práctica es directiva, para asegurar así el éxito en la utilización posterior de las adquisiciones que se proponen. Lapierre y Aucouturier, mientras, observan a bebés y niños pequeños en escuelas elementales, y comprueban que la acción que despliegan en el entorno es excesiva y muy emocional y observan también que, progresivamente, se canaliza. De esta observación surge la trilogía de la Educación Vivenciada, cuya aportación fundamental es la descripción de los contrastes en los que se mueve la acción del niño. Los contrastes son nociones fundamentales y opuestas, mutuamente relacionadas que necesitan en la aplicación pedagógica del acuerdo entre los deseos del niño y las intenciones del adulto. Pero, como los mismos autores reconocen, esta propuesta perdió su valor educativo al ser modificada en la puesta en práctica por los educadores que la convertían en una forma más de trabajo, sin respetar el deseo y la iniciativa del niño. El fuerte intelectualismo imperante en la educación hace que casi lo único importante sean los procesos cognitivos que propone la psicomotricidad, olvidando la globalidad del niño. 
  2. La segunda etapa es la etapa emocional, en la que Lapierre y Aucouturier definen el sistema simbólico de la gestualidad como satisfacción de los deseos más profundos de la persona, en torno a la que se articula toda la dinámica de expresión y conocimiento. Esa concepción les lleva a una práctica bastante regresiva que encuentra una orientación terapéutica inmediata, pero que plantea ciertos problemas a nivel personal, profesional e incluso institucional. La obra Simbología del movimiento corresponde a esta etapa y es un libro referente en este ámbito. 
  3. La tercera etapa va a estar determinada por la influencia del psicoanálisis. Pretende dar un sentido más profundo a la gestualidad. Las observaciones clínicas, analizadas según ciertos conceptos psicoanalíticos, demostrarían la aparición del fantasma originario de la carencia del cuerpo, como fuente de toda dinámica simbólica. Pero la asimilación psicoanalítica hace que la psicomotricidad y la psicoanalítica puedan confundirse. Esta reflexión se expone en el libro El cuerpo y el inconsciente en educación y terapia (1980). Aucouturier opina que hay contradicciones entre el discurso teórico y la aplicación práctica y es esta razón la que provoca el distanciamiento entre los dos autores: Lapierre sigue en la misma línea mientras que Aucouturier deja a un lado ciertos referentes psicoanalíticos y busca el establecimiento de un marco específico para su propuesta psicomotriz.   
  4. La cuarta y última etapa correspondería a la primera de Aucouturier en solitario. En esta etapa intenta establecer un marco que diferencie su modo de plantear la práctica psicomotriz del resto de las prácticas corporales que, en su opinión, no ofrecen un modo de hacer específico. Aucouturier expone en su trabajo como premisa que cualquier actividad humana conlleva necesariamente una dimensión motriz, pero no por ello toda actividad es psicomotricidad. El niño pequeño es un ser global. La relación entre la estructura somática, la afectiva y la cognitiva es tan estrecha que su expresividad motriz se desarrolla paralela a su forma de otorgar significados a todo lo que hay en su entorno. El fondo tónico-emocional, consecuencia de la historia afectiva profunda, la afectividad y los deseos conviven con la comunicación y el pensamiento en la misma acción.


“La expresividad motriz es la manera que cada niño tiene de manifestar el placer de ser él mismo, de construirse de manera autónoma y de manifestar el placer de descubrir y de conocer el mundo que le rodea”. (Aucouturier, 2004, p. 130).

Qué palabras tan bonitas, ¿verdad?

El objeto de la práctica psicomotriz, según Aucounturier, es la expresividad motriz del niño.  Los objetivos de esta práctica psicomotriz son comunicar, crear y pensar: la capacidad de comunicar guarda relación con la claridad en la escucha de la expresividad motriz del niño, que tiene que tener el educador. Implica escuchar la vía corporal del niño y encontrar sentido a la misma, es decir, escuchar el sentido profundo de la expresividad motriz y del lenguaje que permite la comunicación.
Las bases primarias y fundamentales de la comunicación se establecen a partir de la pulsión vital bajo sus formas de expresión más primitivas y espontáneas: la tensión tónica, el movimiento y el gesto. La comunicación se desarrolla desde el nacimiento en la relación tónico-afectiva privilegiada en que viven el niño y la madre (diálogo tónico). Esta relación se establece sobre una base no verbal a partir de intercambios tónicos con el medio y con el otro. Se estructura, así, la forma específica de relación del niño con el mundo, su forma de estar en él, su realidad existencial, es decir, lo que constituye su expresividad motriz.

A esta relación fusional le va a seguir la capacidad del niño de actuar sobre su cuerpo y sobre los objetos. A ello contribuye el placer que la acción y el movimiento contienen en sí mismos. En el trabajo de la práctica psicomotriz, el niño vive en una situación de comunicación. La capacidad de comunicar se manifiesta a través del cuerpo, la postura, el movimiento... esto significa que el maestro tiene que tener una gran disponibilidad para escuchar y comprender el significado de todos estos lenguajes y por tanto, favorecerlos y propiciarlos sin privilegiar ninguno por encima del resto. El niño busca siempre la comunicación, porque desea decirle al “otro” para ser reconocido como persona única y auténtica. 

Crear es concretar imágenes por medio el dibujo, del modelado, del lenguaje o de la escritura, lo que implica una libertad de imágenes más que de medios. La creatividad se refiere al enfoque de la realidad exterior por el individuo y así, cuando este enfoque queda representado, podemos hablar de creación. La creación se transforma en medio de comunicación cuando se crea para los demás. Winnicot dice que "En el juego, y quizá sólo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores... En el juego, y sólo en él, pueden el niño o el adulto crear y usar toda la personalidad, y el individuo descubre su persona, sólo cuando se muestra creador."  Pensar es el resultado de la actividad de representación que va desde las representaciones inconscientes a las representaciones más conscientes.

El pensamiento en acción evoluciona hasta que el niño es capaz de representar la acción sin hacerla, en un pensamiento asociativo que consiste en la mentalización de las acciones que se hacen, se deshacen y se vuelven a hacer sin ningún efecto sobre el entorno, llegando así a formas de pensamiento cada vez menos lastradas por el afecto y que pueden ser examinadas y tratadas como objetos externos que, aunque sean propios, son independientes de uno mismo.

La descentración progresiva es el resultado de esa maduración afectiva y psicológica que permite descubrir que el placer de pensar el pensamiento es también el placer de ser y de existir.
La descentración es la formación del pensamiento operatorio. Para ello es necesario que el niño sea capaz de tomar distancia afectiva de los objetos y de los otros, que sea capaz de distanciarse de la invasión de su imaginario y de sus emociones. Ser capaz de ponerse en situación y lugar del otro mediante la representación supone un descentramiento que modifica la manera de ver el mundo: nuestro punto de vista personal se convierte en un punto de vista entre muchos otros, igualmente posibles. Esto es una transformación que permite posibilidades de comunicación nuevas en la comprensión y el respeto al otro. 

La actitud del psicomotricista es fundamental en la dinámica de las sesiones. Debe ser mediador y acompañante que ayude a facilitar la evolución y el crecimiento del niño desde sus necesidades individuales. El niño debe ir tomando conciencia de que existe y de que esa existencia es placentera porque alguien está ahí para reconocerlo, para dar significado a su acción y ofrecerle una resonancia ajustada a sus emociones, un espejo de placer. Gracias a este espejo, podrá grabar en su memoria estas experiencias y recuperarlas con la suficiente claridad para poder revivirlas y modificarlas con la seguridad afectiva que necesita. El adulto debe ajustarse a cada niño para llevar a cabo una tarea de contención en la que sea posible que las vivencias emocionales de cada uno adquieran significado. Este clima de acogida y de seguridad favorecerá  la adquisición del conocimiento de sí mismo y de los aprendizajes. Los niños que presentan dificultades están invadidos por la emoción, que no les deja pensar, y necesitarán tomar distancia de su imaginario para construir el conocimiento. Es competencia del adulto la creación de un entorno educativo adecuado, un marco en el que el niño desarrolle su expresividad para que pueda acceder sin dificultades al desarrollo de su pensamiento. La actitud del adulto es fundamental para el correcto desarrollo de las sesiones de psicomotricidad. Por actitud se entiende la predisposición y la manera que tenemos de entender las cosas, de entender a los demás, la realidad en general, o a nosotros mismos.

La actitud y la actuación del adulto deben tener estas características:  Establecer un tipo de relación asimétrica. El adulto tiene que acompañar al niño sin ponerse en su sitio, sin implicarse, haciendo “como si”. Sólo tiene que entrar en su juego para hacerle evolucionar. Si no se hace así, se puede descuidar al resto el grupo. 

Otras características o funciones del adulto serían:

Tener autoconciencia: El adulto tiene que ser capaz de conocer su propia situación emocional. Esto implica estar pendiente de lo que sucede sin implicarse directamente.Tener esta capacidad es muy importante para poder ser conscientes de los propios límites en relación con las problemáticas agresivas, el contacto personal, las proyecciones “fantasmáticas” de nuestra propia historia y también para ser capaz de transmitir la ley sin adoptar un papel de directividad. 

Ser símbolo de ley: El adulto representa la ley. Establece las normas. Es preciso que las consignas sean breves y que se den al principio de la sesión. También es posible formular normas y propuestas individuales durante la sesión. Es importante que el ambiente en la sala sea de permisividad para que surja la expresión espontánea de los niños y también tiene que estar libre de culpa, ya que el deseo no puede ser objeto de ninguna culpa. Delante de niños que presentan comportamientos excesivos no hay motivo para la culpar ni para amenazar. Es preciso hablar con estos niños y recordarles cuál es la ley. A la vez se tiene que ser acogedor y comprensivo, pero se debe mostrar firmeza y ser claros en nuestra actuación si se quiere favorecer una buena maduración de los niños. 

Dar seguridad física y afectiva: Se debe dar seguridad física y emocional a los niños mediante la ayuda directa (si la piden) o a distancia (una mirada, un gesto, el tacto, el tono de voz). El orden y la seguridad dependen del espacio, los materiales, la seguridad física y de los diferentes tiempos y fases de la sesión. Ser símbolo de ley y proporcionar seguridad física y afectiva se relacionan con la capacidad del educador de actuar como “entorno de maternización” y a la vez como “autoridad estructurante”, que es capaz de decir “no” por el solo hecho de haber establecido con el niño una relación de escucha y acogida, una relación de comprensión y de compañía en el sentido de protegerlo sin invadir su espacio y acogerlo a él y su historia. 

Tener empatía tónica: Es la capacidad de ponernos en el sitio del niño, de escuchar y de esperar. Es tan importante saber esperar como no anticipar ni interrumpir la acción expresiva espontánea. Empatía tónica sería también la capacidad de percibir cómo se siente la otra persona, de aprender a hacer una lectura tónica del cuerpo del niño. La historia del cuerpo de una persona se evidencia en la actividad psicomotriz, ya que se ponen en movimiento acciones primitivas, de ruptura, de descarga, de placer y de rechazo. Esto nos hace aceptar al niño tal como es y no como nos gustaría que fuera. 

Tener disponibilidad: Hace referencia a una determinada manera de estar y se da en el ámbito intelectual, afectivo y corporal. No se trata sólo de hablar a los niños sino de dejar que se expresen ellos. El afecto, la ternura y el respeto hacia la persona con quien trabajas son lo más importante, por lo que la actitud corporal también lo es. 

• La postura: verticalidad de la cara con respecto al niño para poder percibir toda su gestualidad. 
• El gesto: La manifestación de un estado emocional se da a través de la expresión de la cara y de la postura, que nos indican el grado del estado emotivo. El gesto tiene una doble función: proporciona una indicación sobre el estado emocional y provoca reacciones de los demás. 
• La mirada: es un medio emocional de comunicación. Sus orígenes nos llevan a los primeros intercambios entre la madre y el lactante. Además es reveladora de la personalidad. 
• El tacto: el tacto no se limita al contacto directo. Tocar al otro o ser tocado puede realizarse a una distancia en la que la mirada, el gesto y las posturas son un vehículo de intercambio. 

Establecer un marco de trabajo contenedor: La maestra tiene que ser capaz de dominar la situación que propone a los niños, es decir, tiene que ser capaz de establecer un marco referencial claro que englobe las propuestas que vayan surgiendo. Por lo tanto, debe permitir sólo lo que puede “contener”, lo que puede hacer evolucionar. El niño, así, puede actuar con la tranquilidad de que todas sus manifestaciones, miedos, preocupaciones y peticiones serán atendidas. Todos estos aspectos facilitan su evolución. En lo que al adulto se refiere, es preciso que siga un proceso de formación personal con el objetivo de que ponga en funcionamiento su expresividad psicomotriz y sus propias dinámicas de relación y sepa trabajar la reafirmación de la identidad profesional a través de un proceso de movilización y de evolución. Para favorecer que el niño construya su propia imagen, es necesario que el profesional conozca y comprenda sus dinámicas proyectivas y que actúe a distancia. La intervención del psicomotricista exige una implicación corporal, pero manteniendo la distancia adecuada para poder intervenir de forma correcta. Es la totalidad corporal del psicomotricista que interviene y lleva a cabo las funciones de contención, reconocimiento y espejo

Espero que os haya gustado

Hasta la próxima semana!

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